Al escapar de las visiones de esos terribles monstruos, Eneas se dirige con la Sibila a las orillas del Aqueronte. Allí ve una multitud de espíritus intentanto subirse a la barca de Caronte. Pregunta a la sacerdotisa por qué están allí y le responde que son las almas de los que quedaron insepultos tras su muerte, y, por lo tanto, deben esperar cien años para cruzar el río. Entre los insepultos, Eneas descubre a tres de sus compañeros:
- Leucaspis: caudillo troyano muerto durante una tempestad.
- Orontes: capitán de la escuadra licia que muere en la misma tempestad que Leucaspis.
- Palinuro: de los tres, es quien recibe más atención por parte del narrador. Hasta antes de la llegada de Eneas al Averno, sabemos que fue el sacrificio simbólico para que los troyanos llegaran a Italia: cuando Venus pide a Neptuno que proteja las naves de Eneas, éste le dice: "Llegará seguro, como deseas, al puerto del Averno: sólo llorará a uno de los suyos, perdido en el abismo del mar; una sola vida se sacrificará por el bien de muchos..." Entonces el Sueño, tomando la figura de Forbante, otro viajante troyano, rocía las sienes de Palinuro con agua del Leteo y luego lo empuja al mar. Sin embargo, en la catábasis de Eneas, su compañero le cuenta que logró salvarse del naufragio, pero que, al llegar a la costa, "una gente cruel, considerándome por engaño presa de valía, me acometió con espadas en el momento en que, bajo el peso de mis ropas mojadas, pugnaba por asirme con las uñas a la áspera cima de un collado".
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BIBLIOGRAFÍA
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